En este capítulo trataremos de la herejía gnóstica conocida como docetismo. El docetismo más que una corriente o un partido cristológico, fue más bien una doctrina común entre los gnósticos, que sí formaron una importante escisión en la Iglesia antigua entre los siglos I-III. Resulta difícil definir el docetismo con precisión pues, como en otras muchas herejías cristológicas de la antigüedad, existen distintos grados de radicalidad a la hora de defenderlo. Lo que sabemos de esta posición teológica lo recogemos de los apologetas ortodoxos y de algunos evangelios gnósticos.
Se podría definir al docetismo como la creencia en que la humanidad de Cristo fue tan sólo aparente, de ahí la palabra docetismo, que proviene del griego (δοκέω) que significa "aparentar" o "parecer". Para los gnósticos docetistas, la encarnación, crucifixión, resurrección... fueron eventos en los cuales Dios (una emanación de Dios, que es el Verbo) tomó aparentemente carne humana, murió aparentemente, y aparentemente resucitó de entre los muertos. Con esto, Dios, figurando ser humano enseñó a los hombres y se hizo visible, para que así nosotros pudiésemos verlo y comprender nuestra propia humanidad. Lo que ocurre, es que el docetismo niega que esa humanidad en Cristo fuese real, física, palpable...
Para los gnósticos, Dios no puede asociarse con lo material. Dios es espíritu de una forma pura, y no puede de ningún modo asumir o mezclarse con lo material, que es impuro y negativo. Por ello, niegan de forma rotunda que Cristo pudiese poseer una naturaleza humana real, sería como una afrenta a lo divino, un imposible metafísico.
Los errores e implicaciones del doctesimo.
Las implicaciones del docetismo son tremendas. En primer lugar niegan la encarnación como un hecho real, la crucifixión deja de tener un auténtico valor, la identificación de hombre con Cristo se hace más que cuestionable, la resurrección se convierte en una especie de enseñanza más que en algo real... ¿Y cómo resucitará entonces el hombre? Obviamente los gnósticos no tardaron en negar la resurrección real de nuestros cuerpos en los postreros días.
Podemos señalar los errores del doctesimo con la misma Palabra de Dios. Algunas enseñanzas que esta nos da, están en directa oposición:
En primer lugar tenemos el testimonio del apóstol Juan, que es muy duro con esta creencia. Seguramente él conoció ya a quienes pusieron en duda la verdadera humanidad de Cristo.
1. Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. (Juan 1:14)
2. Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (1 Juan 1:1)
En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo. (1 Juan 4:2-3)
3. Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo. (2 Juan 1:7)
Tenemos además numerosísimas pruebas más, algunas de ellas son:
4. Y Cristo, en los días de su carne... (Heb 5:7a)
5. Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu. (1 Pedro 3:18)
6. Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir. (Mateo 25:13)
El problema de fondo en el docetismo.
En el docetismo hay dos grandes problemas que son los que les llevan a negar la realidad humana de Cristo.
a) El primero es una concepción errónea del cuerpo material del hombre.
La antropología cristiana defiende que el hombre es cuerpo y espíritu. Ambas realidades fueron creadas por Dios, como partes esenciales de una única naturaleza humana. La carne no es mala en sí misma, como tampoco lo es el espíritu humano, como tampoco lo es el hombre. Nada de lo creado es malo por sí mismo, como Dios no es malo, sino bueno.
Tampoco es valído creer que el hombre posee un cuerpo carnal como algo transitorio o superfluo, sino que debe entenderse como algo propio y necesario. El hecho de que muramos y carezcamos de cuerpo (hasta la resurrección de la carne) debe ser entendido como un estado excpecional y sobrenatural, que no durará perpetuamente. Negar lo carnal en el hombre es negar al hombre, negar lo carnal en Cristo, es negar su naturaleza humana.
El cuerpo y el espíritu humano, incluso toda la creación, están, por el pecado de nuestros primeros padres, en un estado de deterioro. Nuestra carne no responde de forma correcta a los deseos de Dios, incluso hallando el perdón de Dios, nuestra naturaleza sigue inclinada al mal (fomes peccati, o concupiscencia). Este estado es lo que probablemente llevó a los gnósticos a rechazar como esencialmente mala a la carne, pero es un gravísimo error. El ser humano es esencialmente bueno, toda la creación es esencialmente buena, y nada que sea pecado en el hombre tiene esencia propia, no es verdadera naturaleza creada. El mal no subsiste en sí mismo como esencia, ni puede cambiar la esencia humana conviertiéndola en algo distinto. Una analogía con la enfermedad puede ejemplarizar esta realidad. Una persona que sufriese un cáncer, no es un cáner, sino una persona enferma; el cáncer nunca será una parte esencial de esta persona sino un accidente en ella, aunque la enfermedad pueda llegar a matarla.
b) El segundo error de los gnósticos, es que no llegaron a comprender que la naturaleza divina de Cristo no se hallaba mezclada con la naturaleza humana. Nada del hombre Jesús, contamina al Dios que es. Ambas naturalezas están perfectamente reunidas en una sola persona, pero sin mezcla o confusión, así que en ningún modo Dios es limitado por el hombre, ni el hombre que es Cristo es cambiado por ser Dios. La humanidad de Cristo es perfecta, como lo es esencialmente la de cualquier hombre.
Además hay que decir que Cristo no nació con pecado, ni tampoco pecó jamás. Sufrió en este mundo las debilidades de la carne, pero resucitando está salvo incluso de esto, de modo que en Cristo tenemos un perfecto modelo de hombre (dese su encarnación), con el cual en todo podemos identificarnos, además de que en Cristo tenemos el hombre que seremos una vez resucitados.
Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. (Heb 4:15)
Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. (1Co 15:20-21)